Vamos a la playa.
Montaner excedió cualquier límite, justificándose en el escenario con un discurso que nunca debió pronunciarse. Patético. Tanto como la explosión de silicona de la que no puedes escabullirte; si no ves la tele, los diarios te lo recuerdan por estos días casi a diario.
Bosé... un agrado, como siempre.
El día sábado dimos un paseo por el litoral central. Tocó nublado, pero qué va. La sucesión de imágenes, playas y lugares como el Puerto de San Antonio (con paseo en lancha incluido), Cartagena, El Tabo, Isla Negra, San Carlos, Las Cruces, El Quisco, Algarrobo, El Yeco y Mirasol, me llevó a revisar mis vacaciones de infancia. Como buena familia de clase-media-sin-casa-de-veraneo-y-sin-auto, la salida más frecuente, típica y a la mano era ir a alguno de los lugares mencionados. Siendo niño, te acomodas en cualquier lugar, sólo te importa ir a la playa, hacer hoyos y castillos, mojarte en el agua salada, hacer tal vez algún amigo (a), ir a los juegos en la noche y tener un lugar donde dormir (aunque a veces te visitaran chinches y zancudos).
Un fenómeno que se da con los años es que balnearios que antes eran top, se van chacreando, y ahí los que no quieren mezclarse con el pueblo, emigran, huyen a otras playas más inaccesibles, o más lejanas, van cercando accesos que antes eran libres, y respiran tranquilos al - ¡por fin! estar sólo con gente como uno. Hay un punto nada más con el coincido, y es que, como apreciación general, ciertos grupos de personas no cuidan su entorno, dejando las playas en un estado deplorable.
Después, te vas poniendo más cómoda, y no puedes creer que dormiste en una hostería determinada, con sábanas de saco, que había tanta gente en las playas, que no veías tele en la noche, y que te divertías con tan poco y tan simplemente.
La playa me sigue gustando, pero tanta gente achoclonada en un solo lugar, no. Prefiero disfrutar de la playa en una época más piola, definitivamente.
Bosé... un agrado, como siempre.
El día sábado dimos un paseo por el litoral central. Tocó nublado, pero qué va. La sucesión de imágenes, playas y lugares como el Puerto de San Antonio (con paseo en lancha incluido), Cartagena, El Tabo, Isla Negra, San Carlos, Las Cruces, El Quisco, Algarrobo, El Yeco y Mirasol, me llevó a revisar mis vacaciones de infancia. Como buena familia de clase-media-sin-casa-de-veraneo-y-sin-auto, la salida más frecuente, típica y a la mano era ir a alguno de los lugares mencionados. Siendo niño, te acomodas en cualquier lugar, sólo te importa ir a la playa, hacer hoyos y castillos, mojarte en el agua salada, hacer tal vez algún amigo (a), ir a los juegos en la noche y tener un lugar donde dormir (aunque a veces te visitaran chinches y zancudos).
Un fenómeno que se da con los años es que balnearios que antes eran top, se van chacreando, y ahí los que no quieren mezclarse con el pueblo, emigran, huyen a otras playas más inaccesibles, o más lejanas, van cercando accesos que antes eran libres, y respiran tranquilos al - ¡por fin! estar sólo con gente como uno. Hay un punto nada más con el coincido, y es que, como apreciación general, ciertos grupos de personas no cuidan su entorno, dejando las playas en un estado deplorable.
Después, te vas poniendo más cómoda, y no puedes creer que dormiste en una hostería determinada, con sábanas de saco, que había tanta gente en las playas, que no veías tele en la noche, y que te divertías con tan poco y tan simplemente.
La playa me sigue gustando, pero tanta gente achoclonada en un solo lugar, no. Prefiero disfrutar de la playa en una época más piola, definitivamente.
2 comentarios
Kika -
Saludos.
petra -
Besito. P.