Valor sentimental.
Aprovechando la hora extra que nos da el ajuste de relojes, escribo.
Existen cosas difíciles de eliminar, botar o destruir en forma definitiva. Todo el verano me resistí a hacerlo, pero en eso estoy ahora, ya que al emigrar O., quien custodiaba parte de mis pertenencias, no pude continuar esquivando la obligación de ordenar, clasificar, y desechar. Además, de no hacerlo estaba condenada a desaparecer sepultada por mis libros, apuntes, carpetas, etc. La ropa es tema aparte; pero lo que son cartas, tarjetas y recuerdos (del tipo: boletos de conciertos, recuerdos de matrimonio, pequeños objetos decorativos que me fueron obsequiados en algún momento, chucherías varias) que al contemplarlos asocio instantáneamente a alguna experiencia grata o ingrata... lo siento, seré sentimental, cachurera, lo que sea, seguiré conservándolos.
Hay quien guarda el cuaderno en el que trazó sus primeras letras, sus trabajos escolares, juguetes, regalos de amigos (as) o pololos (as), alguna colección (estampillas, boletos de micro, servilletas, monedas, qué sé yo), hasta que no hay más espacio o hasta que poco a poco se van perdiendo entre mudanzas y/o descuidos. Lo más difícil para mí es deshacerme de libros y revistas que precisamente conservo por alguna razón. Aunque digan que no es bueno apegarse a nada, yo lo hago, y qué.
En estos días tengo que ir a la ex casa de O. a retirar lo que queda; no dudo que sentiré saudade...
Existen cosas difíciles de eliminar, botar o destruir en forma definitiva. Todo el verano me resistí a hacerlo, pero en eso estoy ahora, ya que al emigrar O., quien custodiaba parte de mis pertenencias, no pude continuar esquivando la obligación de ordenar, clasificar, y desechar. Además, de no hacerlo estaba condenada a desaparecer sepultada por mis libros, apuntes, carpetas, etc. La ropa es tema aparte; pero lo que son cartas, tarjetas y recuerdos (del tipo: boletos de conciertos, recuerdos de matrimonio, pequeños objetos decorativos que me fueron obsequiados en algún momento, chucherías varias) que al contemplarlos asocio instantáneamente a alguna experiencia grata o ingrata... lo siento, seré sentimental, cachurera, lo que sea, seguiré conservándolos.
Hay quien guarda el cuaderno en el que trazó sus primeras letras, sus trabajos escolares, juguetes, regalos de amigos (as) o pololos (as), alguna colección (estampillas, boletos de micro, servilletas, monedas, qué sé yo), hasta que no hay más espacio o hasta que poco a poco se van perdiendo entre mudanzas y/o descuidos. Lo más difícil para mí es deshacerme de libros y revistas que precisamente conservo por alguna razón. Aunque digan que no es bueno apegarse a nada, yo lo hago, y qué.
En estos días tengo que ir a la ex casa de O. a retirar lo que queda; no dudo que sentiré saudade...
4 comentarios
Anónimo -
C.
Kika -
He seguido de cerca tus letras (ya las siento como una serie de tele, de esas que tanto te gustan) y de verdad entiendo esto del reacomodo externo-interno. Antes solía guardar todos esos detalles que cuentas (en México lo llamamos ser 'tilichera') el colmo es haber guardado UN CALCETÍN de un novio adolescente. Una tarde tiré todos los tiliches, y ahora me siento más liviana. El pasado por muy glorioso, también pesa.
Besos, linda. Y ánimo.
elisa de cremona -
un besito
petra -
Cuando C, un ex que partió al sur a vivir decidió terminar, boté todo, sólo guardé un par de telegramas, por aquello de tener algo q contar...
Suerte y ánimo, las cosas suceden para mejor, aunque no nos demos cuenta de ello.
Cariños. P.